¿Se puede soñar con la grandeza en el fútbol y en la política en España?
Me hago eco de un email enviado por ÁNGEL ANDRÉS JIMÉNEZ BONILLO, exárbitro de fútbol, y Presidente de la
Asociación "Deporte Sin Insultos".
A todos los árbitros de España, en especial a los de fútbol:
Mi nombre es Ángel Andrés Jiménez Bonillo. Soy árbitro de fútbol adscrito a la Delegación de la Costa del Sol (Málaga). Me considero deportista y amante del deporte; eso sí, del auténtico deporte. He oído muchas veces que el deporte es sanísimo, que encierra grandes valores, que genera convivencia y respeto. Estoy de acuerdo en que eso es el auténtico deporte, el ideal.
Debuté como árbitro el 29 de enero de 1994. Desde entonces, he sido insultado gravemente en innumerables ocasiones; he sido amenazado (incluso de muerte); he sido golpeado; me han escupido; me han roto el coche (era de uno de mis árbitros asistentes, para ser exactos); he salido escoltado por las Fuerzas de Orden Público como si fuese un delincuente; he visitado hospitales y juzgados; incluso he temido por mi vida en algunas ocasiones.
No creo que podamos decirles a las generaciones futuras que eso es deporte; que nos hemos acostumbrado a aceptar como algo normal e inherente al propio juego el hecho de perder el respeto debido a toda persona, también al árbitro, por supuesto. En mi opinión, ha llegado el momento de frenar lo que supone una violación continuada del espíritu deportivo, de los Derechos Humanos (que tanta sangre y tantas lágrimas costó conseguir) y de la propia Constitución Española (artículo 20.4).
Nos echamos las manos a la cabeza ante los insultos racistas (como debe ser), pero nadie se acuerda de los árbitros. Como diría el gran Martin Luther King, “tengo un sueño”: ir con mis sobrinos a ver un partido de fútbol y no tener que avergonzarme de las faltas de respeto de unos seres humanos hacia sus semejantes (porque los árbitros y los jugadores también son seres humanos, que nadie lo olvide).
Mi pasividad y silencio ya no volverán a ser colaboradores de esta triste realidad. Por eso yo, desde hace varias jornadas, antes de comenzar mis partidos comunico a delegados y entrenadores que lo más importante es que no se pierda el respeto a nadie. En consecuencia, si algún espectador no cumple esta norma fundamental de convivencia, trataré de que la situación vuelva a la normalidad; pero si eso acaba resultando imposible, decretaría la suspensión definitiva del encuentro.
Animo a todos a que procedáis de la misma manera. No creo que podamos hacer un regalo mejor al deporte que el hecho de que vuelva a ser eso: deporte.
Hace unos años, pensé que merecía la
pena entregarse a la lucha por un deporte (en mi caso, el fútbol) sin violencia
(ya sea física o verbal). Desde mi labor como árbitro, empecé a dar pasos en
este sentido en enero de 2007 con un primer artículo titulado "Por la
dignidad del árbitro y del deporte", en el que manifestaba que en los
encuentros que yo arbitrase no permitiría muestras de violencia física o verbal
ni dentro ni fuera del terreno de juego, argumentando el porqué, por supuesto
(al propio artículo me remito, y lo incluyo al final de este correo por si
alguien desea consultarlo).
Tiempo después, con la ilusión
compartida por otras personas, nació la Asociación Deporte Sin Insultos, cuyo
principal (y podría decirse que único) objetivo ha sido condenar lo condenable
y ofrecer propuestas para ayudar a hacer del deporte (en especial el fútbol) un
ejemplo de valores. Como dije en mi anterior artículo, muchas de esas
propuestas fueron enviadas ya hace años a los organismos oficiales pertinentes,
sin obtener ni tan siquiera una respuesta (incluyo también dichas propuestas al
final de este escrito, por si son del interés de alguien).
Como suele pasar, nos han dicho a
menudo que el cambio era imposible, que todo era una utopía; pero, claro, si
siempre pensáramos eso, nunca perseguiríamos nada, y eso no es vida, o, al
menos, no es humana, pues el ser humano necesita caminar hacia el ideal. No
podemos conformarnos, sino andar, hacer camino, pues, como dijo Lao-Tse,
"el camino hacia lo eterno comienza ante nuestros pies".
Ahora, me alegro, como tantos
aficionados (y, en general, tantos ciudadanos), de las medidas que se están
impulsando y del hecho de que se plantee con seriedad este asunto, y sigo
soñando con perseguir el ideal del respeto y la deportividad.
Soñar, perseguir ideales…Eso
también es necesario en política (y en cualquier ámbito humano), y la
ciudadanía lo está demandando. De ahí que me pregunte cómo serán los sueños de
nuestros dirigentes (que nos representan a todos y en todos han de pensar). ¿Querrán,
por ejemplo, legislar para que los corruptos paguen como es debido los abusos
de la confianza que el pueblo les brinda? ¿Soñarán con unos recortes que
empiecen claramente por los que tienen más, entre los que, obviamente, están
ellos? ¿Soñarán con que dichos recortes afecten también al número de políticos,
que a todas luces es excesivo? ¿Soñarán con cobrar pensiones razonables y con
no buscarse puestos de consejero de no sé qué pagados con dinero público?
¿Soñarán con no recolocarse una y otra vez, aquí y allá, en puestos de los que
perfectamente podría prescindirse actuando con sentido común y por el bien
colectivo?
Yo sueño con la posibilidad de que
hagamos camino con la luz y guía de unos dirigentes admirables por su
honestidad, unas personas a las que el pueblo respete por su grandeza y
rectitud (ojo, no perfección, que es imposible y lo sabemos todos), unos auténticos
servidores de la comunidad (con el insuperable honor que ello supone). Sueño
con una justicia en nada emparentada con los otros dos poderes de la
democracia, e igual para todos; una justicia que (sigamos soñando) no se cebe
con el indefenso y siempre parezca clemente con el poderoso.
Vamos a soñar con todo esto, y a
soñar que los sueños se cumplen, o, por mejor decir, que se puede trabajar en
la línea correcta para que el sueño comience a realizarse, aun asumiendo que no
puede conquistarse del todo. Pero, por favor, que el hecho de que no pueda
lograrse completamente no nos haga acomodarnos en el fatalismo y la pasividad,
aceptando como inevitable lo que en realidad tiene remedio. Eso nunca.
Ángel Andrés Jiménez Bonillo. 21 de diciembre de 2014.
PD: Dejo a continuación los documentos anteriormente
referidos por si alguien desea consultarlos.
Propuestas
En febrero de 2011 envié (con acuse de recibo), en
nombre de la Asociación Deporte Sin Insultos, a distintos organismos deportivos
(entre ellos, el Observatorio de la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la
Intolerancia en el Deporte –adscrito al Consejo Superior de Deportes – y la
Real Federación Española de Fútbol) una serie de propuestas que consideraba
positivas para trabajar por el bien del deporte y la educación; sin embargo, no
obtuve ni siquiera una respuesta. Si quieren conocerlas, más abajo las pueden
encontrar.
Propuestas
1. Para el acercamiento de los entrenadores,
jugadores, árbitros y seguidores (el buen comportamiento de estos últimos es
fundamental para la educación de los jóvenes), proponemos que un representante
arbitral colabore con el club que se le asigne varias veces por temporada
(según las necesidades y las posibilidades existentes). Así, aunando esfuerzos,
lograríamos, en diferentes charlas formativas (impartidas por dicho
representante y por el personal del club en cuestión, y siempre abiertas a la
interacción con el conjunto de los asistentes, tanto menores como adultos), el
acercamiento a la figura del árbitro (tan maltratada habitualmente) y la
concienciación sobre la importancia del respeto a todo ser humano, a los
principios fundamentales de convivencia y al verdadero espíritu deportivo. Esto,
a su vez, ayudaría a que en todo club se considerase como prioritaria la
educación (por encima, por supuesto, de los resultados de las competiciones) y
fuese extendiéndose la idea (absolutamente necesaria) de que es nuestro deber
reaccionar ante las faltas de respeto y lanzar mensajes contra toda muestra de
violencia, ya que todo ello resulta beneficioso para ir creando una conciencia
social de aprobación de lo moralmente válido y de condena de lo inaceptable.
Así, poco a poco, dentro y fuera del terreno de juego, en el campo y en las
gradas, se iría viviendo el auténtico espíritu deportivo y humano. Estas
charlas podrían ir destinadas, si fuese necesario, a más de un club con sede en
la misma localidad, aprovechando así mejor los recursos humanos disponibles en
unas determinadas circunstancias.
Como posible ejemplo de este tipo de charlas, les
dejamos la que un servidor (el
Presidente de la Asociación, quien firma esta carta) ofreció en las
instalaciones del Club Levante Patronato (Palma de Mallorca) el pasado mes de
diciembre. Son cuatro vídeos, los cuales se pueden ver en la página de Youtube
con el título de “Conferencia sobre los valores a inculcar en los jóvenes
deportistas” (parte 1, parte 2, parte 3 y parte 4). Los enlaces de los mismos
son los siguientes:
Como nuestro deseo es que en el deporte reine siempre
el respeto y el juego limpio, queremos que los distintos organismos deportivos
asuman el liderazgo en esta empresa, pues su alcance es mucho mayor que el
nuestro. Todos saldríamos beneficiados, especialmente nuestros jóvenes. Sería
una campaña de concienciación seria y decidida (y, al mismo tiempo, nada cara),
a nivel nacional, y no simplemente una jornada puntual contra la violencia. Los
cambios exigen determinación y constancia. Por supuesto, en esta campaña,
además de las distintas entidades gubernamentales, de las federaciones y de los
comités de árbitros, tendrían, como se ha explicado, especial protagonismo los
aficionados y los clubes (donde los chavales se forman diariamente como
deportistas y como personas), y podrían tener cabida todas las asociaciones (la
nuestra, por ejemplo, colaboraría en lo que resultase necesario, dentro de
nuestras posibilidades) y demás organismos que comulgasen con los valores
expuestos. Y, qué duda cabe, podrían también implicarse las escuelas e
institutos, así como los medios de comunicación. En relación a estos últimos,
hay que decir que no es de recibo, por ejemplo, que se insulte a un ser humano
reiteradamente y no haya una reacción inmediata de condena por parte de los
comentaristas de turno.
2. También consideramos beneficioso que antes de cada
partido el árbitro mantenga una breve charla con los jugadores y funcionarios
oficiales de ambos equipos (todos juntos, no por separado). En ella, se debe
insistir en la importancia del respeto entre todos los participantes y hacia
los espectadores, así como en el respeto a las normas y a los valores cívicos y
deportivos. Sería, por tanto, un discurso que iría en la línea del punto
anterior, pero mucho más breve, por supuesto. Además, se insistiría en la
importancia de que el público mantenga un comportamiento adecuado. Dado que en
los partidos de base los espectadores suelen ser personas muy allegadas a los
jugadores y a los funcionarios oficiales de los equipos, estos últimos pueden,
antes de que comience el partido, dirigirse a sus aficionados y recordarles la
importancia de que su actitud sea totalmente respetuosa.
Ejemplos de estas breves charlas pueden verse en los
siguientes vídeos, también protagonizados por quien firma esta carta:
Tanto en las charlas del punto 1 como en las de este
último, debe insistirse en la necesidad de convivir con el error como parte del
juego y de la propia condición humana. Todos los protagonistas de un partido
(entrenadores, árbitros, jugadores…), como seres humanos que son, van a cometer
errores, aun sin pretenderlo, y es indispensable que sepamos aceptar esa
realidad. Sin embargo, ello no significa, bajo ningún concepto, que podamos
perder el respeto debido a cualquiera de nuestros semejantes, ni debemos pensar
que tales errores han sido cometidos de forma consciente y voluntaria. Si nunca
pensamos, por ejemplo, que un jugador ha fallado una clara ocasión de gol a
propósito, ¿por qué vamos a pensar que un árbitro se ha equivocado a propósito?
Todos tenemos nuestros sentimientos y nuestra dignidad, y no nos gusta ser
dañados. Así pues, independientemente de lo que pueda ocurrir en un partido,
nuestro comportamiento ha de ser intachable. Esa es la verdadera victoria que
debemos buscar cuando compitamos. Dicho logro es infinitamente mayor que los
títulos, y ello debemos inculcarlo siempre a los jóvenes por el bien de cada
uno de ellos y del conjunto de la sociedad. Jamás debemos olvidar que el
respeto está por encima de todo.
Los jóvenes deben aprender la gran virtud de ponerse
en la piel del otro y sentir que hay conductas intolerables. No podemos seguir
aceptando sin más la inmoralidad que suele presidir ciertos espectáculos
deportivos.
3. Enlazando
con los puntos anteriores, creemos conveniente premiar las buenas conductas y
castigar las que a todos nos perjudican. Así, creemos que sería beneficioso
que, al menos en las competiciones protagonizadas por jugadores de no más de 16
años, las sanciones a cualquier miembro del equipo (ya sea jugador o
funcionario oficial) provocadas por juego brusco grave, conducta violenta,
escupir a cualquier persona o emplear un lenguaje ofensivo, grosero u obsceno
y/o gestos de la misma naturaleza, conllevasen una pérdida de puntos en la
tabla clasificatoria equivalente al número de partidos en los que consista la
sanción. Además, en caso de empate a puntos al final del campeonato, podría
utilizarse como primer criterio de desempate el hecho de haber recibido una
menor pérdida de puntos por el citado motivo. En esta misma línea, podría
concederse un premio al juego limpio a final de cada temporada en cada una de
las categorías. Esta distinción podría conllevar también que el equipo en
cuestión quedase exento de los costes de tramitación de licencias de la
temporada siguiente.
4. También sería interesante, a nuestro juicio, que
cada club expusiese en sus instalaciones una pancarta con el lema que considerase
oportuno, dentro de los principios defendidos por esta campaña. A final de
temporada, se concedería otro premio al mensaje al que fuese otorgada la mayor
puntuación por parte del jurado que designase la federación correspondiente.
Dicha pancarta estaría localizada en un lugar visible para todos los
aficionados y deportistas que acudiesen al recinto en cuestión y permanecería
allí durante toda la temporada. Dado que cada club aportaría su propio mensaje,
todos los equipos visitantes (jugadores, entrenadores, directivos, aficionados)
tendrían la oportunidad de enriquecerse en cada partido que le correspondiese
jugar fuera de casa. En este sentido, por ejemplo, varios de los asociados a
DEPORTE SIN INSULTOS llevamos en nuestros partidos de fútbol base una pancarta
con el mensaje "NO AL INSULTO
DEPORTESININSULTOS.COM", la cual sacamos junto a los jugadores de
los dos equipos contendientes (los delegados de los mismos siempre dan su
conformidad para que ello tenga lugar).
En definitiva, todas las propuestas que sugerimos
desde la Asociación Deporte Sin Insultos van encaminadas a la buena formación
de nuestros jóvenes a través del deporte y al cuidado de los valores que a este
le son propios. Creemos que lo mejor que podemos hacer en el plano deportivo (y
en cualquier otro) por las generaciones futuras es ofrecerles unos valores que
den sentido a sus vidas y las ayuden a amar lo sublime y a desechar lo
moralmente inaceptable. Merece la pena trabajar en este sentido, sobre todo
(aunque no solamente) en el deporte base. No podemos seguir callando ante una
realidad que reclama nuestro compromiso. Como dijo el gran Martin Luther King,
“nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los
perversos como del estremecedor silencio de los bondadosos”.
Por la
dignidad del árbitro y del deporte (enero de 2007).
Mi nombre es Ángel Andrés Jiménez Bonillo. Soy árbitro de fútbol adscrito a la Delegación de la Costa del Sol (Málaga). Me considero deportista y amante del deporte; eso sí, del auténtico deporte. He oído muchas veces que el deporte es sanísimo, que encierra grandes valores, que genera convivencia y respeto. Estoy de acuerdo en que eso es el auténtico deporte, el ideal.
Debuté como árbitro el 29 de enero de 1994. Desde entonces, he sido insultado gravemente en innumerables ocasiones; he sido amenazado (incluso de muerte); he sido golpeado; me han escupido; me han roto el coche (era de uno de mis árbitros asistentes, para ser exactos); he salido escoltado por las Fuerzas de Orden Público como si fuese un delincuente; he visitado hospitales y juzgados; incluso he temido por mi vida en algunas ocasiones.
No creo que podamos decirles a las generaciones futuras que eso es deporte; que nos hemos acostumbrado a aceptar como algo normal e inherente al propio juego el hecho de perder el respeto debido a toda persona, también al árbitro, por supuesto. En mi opinión, ha llegado el momento de frenar lo que supone una violación continuada del espíritu deportivo, de los Derechos Humanos (que tanta sangre y tantas lágrimas costó conseguir) y de la propia Constitución Española (artículo 20.4).
Nos echamos las manos a la cabeza ante los insultos racistas (como debe ser), pero nadie se acuerda de los árbitros. Como diría el gran Martin Luther King, “tengo un sueño”: ir con mis sobrinos a ver un partido de fútbol y no tener que avergonzarme de las faltas de respeto de unos seres humanos hacia sus semejantes (porque los árbitros y los jugadores también son seres humanos, que nadie lo olvide).
Mi pasividad y silencio ya no volverán a ser colaboradores de esta triste realidad. Por eso yo, desde hace varias jornadas, antes de comenzar mis partidos comunico a delegados y entrenadores que lo más importante es que no se pierda el respeto a nadie. En consecuencia, si algún espectador no cumple esta norma fundamental de convivencia, trataré de que la situación vuelva a la normalidad; pero si eso acaba resultando imposible, decretaría la suspensión definitiva del encuentro.
Animo a todos a que procedáis de la misma manera. No creo que podamos hacer un regalo mejor al deporte que el hecho de que vuelva a ser eso: deporte.
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