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Mostrando entradas de abril, 2010

EL EXPEDIENTE DE LA VIGA

Vamos a transcríbir aquí un informe realizado en una revis­ta de Ohanes del año 1.944 llamada ALETEOS en su número 7. El informe está copiado íntegramente, excepto su parte final por carecer de interés desde nuestro punto de vista. Decía ALETEOS: En los últímos dias del pasado año 1943, rebuscando entre los papeles del archivo municipal de este pueblo, hicimos un asombroso descubrimiento. Se trataba de un expediente del año 1734, y que transferimos íntegro: Decía así: "Tengo el honor de poner en su conocimiento la inquietud que me produce ver la viga que media la clase que regento, pues está partida por medio, por lo cual el tejado ha cedido y ha formado una especie de embudo que recoge las aguas de las lluvias y las deja caer a chorro tieso sobre mi mesa de trabajo, mojándome los papeles y haciéndome coger unos dolores reumáticos que no me dejan mantenerme derecho. En fin, señor Alcalde, espero de su amabilidad ponga coto a esto si no quiere que ocurra alguna desg

Las redes de comunicación

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“La red de comunicación define el conjunto de canales existentes en el grupo organizado, por los cuales son transmitidos los mensajes. (...) . La red es, por tanto, una estructura a priori de las comunicaciones en un grupo” y define la estructura de la comunicación como la “organización de los intercambios reales entre miembros del grupo, con vistas a realizar una tarea dada” (Martínez Torvisco, 1998, p. 118). Mann (1997, p. 48) afirma que la estructura de comunicación hace referencia a “la red o patrón de canales de comunicación entre los miembros del grupo” . En la Teoría de las redes, (Jáñez, 1989, p.139) aporta una definición de red de comunicación en función de sus posibilidades, exponiendo que: Si A = {a 1 , a 2 , ..., a n }es un grupo de n personas, se denomina red de comunicación a una relación binaria que s define de este modo: Para todo a i , a j , Є A, a i R a j <=> a i (a i “puede dirigirse a” a j ) La característica fundam

Sobre la comunicación

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpa­ba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes am­bonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él pro­curaba relamar las incopelusas, se enredaba en un gri­mado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergoma­ninaal que se le han dejado caer unas fílulas de caria­concia. y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y para­movía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convul­cante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una su­brehumítica agopausa. jEvohé! iEvohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perli­nos y má