ACTITUDES Y CINE: DEPENDENCIA ESTRUCTURAL
En el último número de agosto de la revista digital Efdeportes (www.efdeportes.com) Sergio Díaz
Cambló y yo hemos publicado un trabajo orientado a la didáctica de la Psicología Social titulado ACTITUDES Y CINE: DEPENDENCIA ESTRUCTURAL.
La actitud puede describirse
como el sentimiento hacia algo (Nunally, 1978). Se explica como la variable
intermedia entre un estímulo y la respuesta (potencialmente mensurable). En
esta línea se ubican las definiciones de Katz (1960), Zimbardo y Ebessen
(1969), que consideran que es una disposición aprendida (y no innata) a
formular evaluaciones estables sobre un objeto, sea cual sea su índole
(individuos, ideas, situaciones, grupos sociales, etc.), y resultando
favorables o desfavorables.
El término actitud se introdujo en la Psicología Social
de la mano de Thomas y Znaniecki (1918), fruto de sus estudios sobre las
diferencias conductuales que existían entre los campesinos polacos que residían
en Polonia, y los que se encontraban en Estados Unidos, concluyendo que la
actitud engloba, entre otras cosas, síntomas fisiológicos y manifestaciones de
la experiencia consciente, dibujando un constructo hipotético que puede ser
evaluado según ciertos patrones de observabilidad (Hernández Mendo y Morales
Sánchez, 2000). El origen de este término respondía a la necesidad de explicar las
regularidades observadas en el comportamiento de los sujetos a título
individual.
El término actitud, desde entonces, ha sido objeto de
multitud de revisiones pero, más allá de controversias, se reconoce de forma
general que las actitudes son la tendencia a actuar sobre un objeto y a
formular una evaluación del mismo. Una
de las definiciones más aceptadas es la aportada por Allport (1935), que expone
que una actitud es un "estado mental y neuronal de disposición para
responder, organizada por la experiencia, que ejerce una influencia, directiva
o dinámica, sobre la conducta respecto a todos los objetos y situaciones con
los que se relaciona".
Queda
patente, así pues, que la actitud se desarrolla cuando existe un objetivo sobre
el que posicionarse. Para autores como Rosenberg y Hovland (1960), esto implica
una evaluación desde tres niveles diferentes: el afectivo (la cota de agrado),
el cognitivo (el volumen de información) y el conductual (la tendencia a la
acción). McGuire (1969) lo resume de una forma sencilla: conocemos, sentimos y hacemos.
Mucho se ha debatido sobre la
importancia de la actitud a la hora de dictaminar la conducta, y hoy día, puede
hablarse de un alto grado de consenso en lo que se refiere a su magnitud (Ajzen
y Fishbein, 1980). No obstante, sigue existiendo una corriente de autores que defienden
que, pese a la trascendencia de la actitud, la conducta externa se resuelve por
una convergencia de factores (Cooper y Croyle, 1984).
En lo que sí existe unanimidad es en
situar el núcleo de la actitud en la tendencia afectiva-valorativa (Shavitt,
1989), lo que denota el grado de alcance que puede llegar a tener la influencia
de un grupo social sobre un individuo, pues éste puede elaborar una actitud
diferente de la deseada para que sea concomitante con la del grupo de
pertenencia (Sherif, 1936). Un ejemplo recurrente es el del origen de los
prejuicios, resultado del influjo recíproco entre lo afectivo y lo cognitivo,
donde la información viene sesgada.
El siguiente artículo presenta
situaciones didácticas para la enseñanza de la Psicología Social
y en concreto de las actitudes, utilizando para ello varias películas en las
que aparecen sus mecanismos y las consecuencias sobre el individuo, el
endogrupo y el exogrupo, conforme las distintas creencias (que no conocimientos)
y sentimentos que los sujetos manifiestan. Numerosas investigaciones avalan que
el empleo de películas facilita el aprendizaje de los estudiantes (Alexander,
1995; Nelson, 2002; Karlinsky, 2003), al potenciar la empatía, expandir la
formación e impulsar la reflexión (Raingruber, 2003), por lo que consideramos
que, con este trabajo, acercamos la actitud y su estructura a los alumnos de
Psicología.
KINSEY Y LA MENTALIDAD CONSERVADORA
Alfred C. Kinsey (1894-1956)
desarrolló una escala de siete grados de comportamientos sexuales (se
contemplaban tres hasta la fecha), con la que realizó estudios pioneros en EEUU
sobre la conducta sexual humana, que se materializaron en sendas publicaciones
en 1948 y 1953. Sus conclusiones fueron una auténtica sacudida a todos los
niveles, al exponer que, según las investigaciones efectuadas a casi seis mil
personas, la homosexualidad existía en todos los estamentos sociales y no era
una práctica tan minoritaria como se defendía, sino que la practicaba, de forma
esporádica o habitual, un porcentaje notable de la muestra (que extrapolaba al
resto de la población).
La
fuerte mentalidad conservadora norteamericana se topaba de bruces con una serie
de datos estadísticos que no podían ser refutados. La explicación a este
fenómeno la encontramos en la teoría de la disonancia cognitiva (Festinger,
1957), de la cual puede observarse un análisis en:
En
esta teoría se muestra que, cuando dos cogniciones entran en conflicto, se
desarrolla una actitud afín a la colindante, para que disminuya la
incongruencia interna. Dicho de otro modo, las pulsiones sexuales de los
individuos quedaban ocultas en pos de la moralidad imperante, que tachaba de
desviaciones todo lo que no fueran relaciones estrictamente heterosexuales.
La
película biográfica de este entomólogo vio la luz en 2004 con el nombre de
“Kinsey” y dirigida por Bill Condon. Liam Neeson interpreta al investigador,
que representa, desde el punto de vista de las influencias sociales, a la
innovación, al buscar un cambio en la mentalidad de la sociedad para con
respecto al sexo, más allá de un control sobre la misma (Baron y Byrne, 1998);
trata de erradicar la actitud negativa, establecida por una mezcla de
desconocimiento (componente conductual), información sesgada (cognitivo) y
censura moral (afectivo, el más determinante).
Se puede revisar el trabajo de del Dr. Kinsey en el siguiente vídeo:
Analizando
el contexto sociocultural que rodeó a la escala Kinsey , (sobre esta escala se recomienda visualizar el siguiente video):
nos encontramos
con que la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen (1975) entronca
directamente con los trabajos de Festinger (1957). Estos autores argumentan que
toda conducta tiene una doble naturaleza: la personal (el juicio positivo o
negativo acerca de las consecuencias de efectuar o no dicha conducta), y la
social (la percepción subjetiva de la presión que el entorno ejerce sobre el
sujeto para que actúe o no). Es decir, un individuo realizará una conducta
porque pensará que es buena para él y porque su grupo social también lo cree,
y, aplicándolo al informe Kinsey, un sujeto no tendrá relaciones homosexuales
porque tiene la convicción de que es éticamente reprochable y su grupo social,
además, no lo aprueba. Como ilustra el pasaje seleccionado, ciertas prácticas
no se revelan públicamente al catalogarlo como tabú.
La
evolución del personaje de Kinsey hace francamente interesante a esta película
en lo concerniente al análisis de conductas. La época en la que vive con su
padre está totalmente atormentado por su sexualidad, y cuando contrae
matrimonio, le persigue el miedo y la vergüenza en sus relaciones íntimas.
Después, pasa a reubicar el sexo como un acto meramente biológico, para
terminar transformando la angustia en placer. La barrera principal con la que
se encontró el investigador es la actitud de la sociedad, la misma que él
sostuvo hasta que se produjo, a través de su propio trabajo, una modificación en sus componentes
cognitivo, conductual y afectivo, despojándose de restricciones sociales. El
impacto de su investigación conllevó una reestructuración cognitiva en un
elevado sector de la sociedad, reformándose la percepción que se tenía de la
propia sexualidad y causando una transformación en la actitud, dando paso a una
postura más abierta y menos acomplejada del sexo.
“HALF-NELSON” Y LAS ACTITUDES
EN TERRENO ACADÉMICO
“Half-Nelson” es el nombre de
la película dirigida por Ryan Fleck en 2006, protagonizada por Ryan Gosling y
Shareeka Epps, y cuyo título lo toma de una llave de lucha libre, consistente
en oprimir cuello y mano del rival por detrás, dejándolo sin posibilidad de
escape y derrotado. Los protagonistas de la película, Dan (Gosling) y Drey
(Epps) conviven con esta llave sobre sí mismos, casi sin percatarse.
Dan
es un profesor de enseñanza secundaria en un instituto de Brooklyn. Su adicción
a las drogas es descubierta accidentalmente por Drey, una de sus alumnas, lo
que provocará que surja un estrecho vínculo entre ambos, y que paulatinamente
acaben participando de las vicisitudes del otro. Las condiciones en las que se
halla la escuela, la falta de implicación del profesorado, el desinterés
general de los estudiantes… Todo ha ocasionado que el maestro sea
extremadamente condescendiente con sus alumnos, construyendo un mecanismo de
conformidad social, atendiendo a Asch (1952): el alumnado no apuesta por la
educación, como tampoco la institución en la que están, así que Dan se somete a
esta situación.
La
minoría, dentro de este proceso, modifica su juicio a favor de la mayoría, y el
profesor pasa también a considerar vacía su tarea. En el siguiente fragmento,
observamos una clase que asiste con desdén a una exposición, no escuchan o
contestan con evasivas, y Dan, en vez de corregirles, se une a las bromas.
Paradójicamente, define la Historia como un choque de minoría contra mayoría,
en una descripción cercana al proceso de innovación que él debería de ejercer
sobre sus alumnos.
La
actitud del profesor hacia la educación, que es su herramienta de trabajo,
queda, por tanto, gravemente desgastada debido a la conformidad, siendo el
componente afectivo, una vez más, el que mayor daño acusa, al sentir que se
está fallando a sí mismo y que todo esfuerzo caerá en saco roto. Su adicción al
crack contribuye a que no modifique su conducta (componente conativo),
prorrogando la desidia.
El
encuentro accidental en unos servicios entre Drey y el profesor, cuando éste se
encuentra bajo los efectos de las drogas, favorecerá un acercamiento entre
ambos. En un primer momento, como vemos en el segmento anterior, éste concluye
de mala forma: el profesor se siente juzgado y trata de mantener la distancia
para no perder una hipotética autoridad, mientras que la alumna se retira de la
escena reafirmándose en la desconfianza hacia el sistema educativo, estando el
componente afectivo más resentido (se le ha despreciado el interés).
Sin
embargo, toda esta cadena de eventos supondrá un punto de inflexión en el
maestro. Hay una modificación en su actitud, que podemos explicar a través de
la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen (1975): el profesor
reflexiona, empieza a esforzarse y a
trabajar a conciencia en que sus alumnos progresen y desarrollen el pensamiento
crítico (“el hombre y la máquina”), no sólo porque es su profesión, sino porque
es lo que se espera de él, que contribuya con la educación a formar buenos
ciudadanos. En este punto, cobra especial relevancia el componente conductual,
el cual le lleva a trabajar en favor de esa meta.
Paralelamente,
el personaje de Drey es el que ejerce la innovación con respecto al educador,
al ser quien induce al cambio (Baron y Byrne, 1998). Asch (1952) definía la
actitud como una disposición duradera forjada por las experiencias previas, y
por tanto, la actitud de Drey hacia su propia vida presenta rasgos fatalistas:
un hermano en la cárcel, un hogar desestructurado, un barrio marcado por la
marginalidad y las drogas… El componente cognitivo es el que más severamente se
encuentra afectado, pues todo el universo que conoce es decadente y gris. Pese
a todo, es una alumna inteligente, y el contacto con Dan hace que se proponga
involucrarla en los estudios y que no los abandone: para el profesor,
“salvarla” a ella sería como salvarse a sí mismo, un acto de redención hacia
todos los alumnos por los que no se ha preocupado.
No
obstante, en consonancia con lo expuesto por Asch (1952), la tendencia de la
joven será desentenderse de sus responsabilidades. Frank, el traficante de
drogas, desempeña el rol de la persuasión desde su posición de elemento
referencial (Reardon, 1983), al transmitir la noción de que, en el entorno en
el que están, los estudios no sirven de nada, para mayor desesperación del
educador. La escena final es un nuevo punto de partida para ambos, pues los dos
tocan fondo: él quiere drogarse y llama a su traficante, pero un cúmulo de
circunstancias lleva a Drey a entregar la mercancía. Profesor y alumno se ven
justo en la posición que no querrían y en la dirección opuesta hacia lo que
pretendían hacer con sus vidas.
La
disonancia cognitiva presente en ambos (la metáfora de la llave “half-nelson”)
les conduce a un cambio vital; ahora su conducta será coherente con el mensaje
que quieren transmitir (Fishbein y Ajzen, 1975), lo que se extenderá a una
transformación actitudinal que disipe las incoherencias internas.
“127 HORAS” Y EL SENTIMIENTO
INTERIOR
La vida de Aron Ralston cambió para siempre después de quedar
atrapado en una grieta, entre el 28 de abril y el 3 de mayo de 2003. Una caída
fortuita durante una escalada en Utah le hace despeñarse por una hendidura,
quedando aprisionado su brazo derecho por una roca de más de diez kilos.
Después de cinco días y tras agotar todos sus recursos, decide tomar una
dramática decisión para escapar: cortarse el brazo. Su durísima experiencia la
relató en primera persona en el libro “Entre la espada y la pared”, que fue el
guión para la película de Danny Boyle rodada en 2010 “127 horas”, el tiempo que
el montañero pasó inmovilizado.
Los dos primeros fragmentos muestran
a un joven intrépido, vivaz y extrovertido; su actitud vital es
superlativamente positiva, y denota una mayor prepoderancia del componente
conductual, buscando paladear sus propios límites y nuevas sensaciones (minutos
0:30 y 0:53). Apoyándonos en los estudios sobre conducta de Katz (1960),
podríamos decir que esta constante persecución del riesgo obedecería a que se
ha fijado una valoración estable positiva de los deportes extremos, en el
sentido de que los inconvenientes pasan a un segundo plano en favor de los
beneficios que percibe por su práctica. Además del citado componente
conductual, juegan un importante papel tanto el cognitivo como el afectivo,
pues el primero está vinculado con la obtención de nuevos conocimientos y
experiencias, y el segundo con la satisfacción y el crecimiento personal. Todo
ello, entonces, dibuja una actitud muy positiva hacia su propia vida, en
general, y el deporte, en particular.
El
percance en la montaña (3:31) le deja prisionero, y tiene que poner toda su
maquinaria en marcha para poder escapar. Su actitud no es derrotista, sino que
empieza a trabajar enseguida en esa meta; esto es, a todas luces,
trascendental, y está en sintonía con las investigaciones de Ajzen y Fishbein
(1980), al defender la relevancia de la actitud sobre la resolución de una
determinada conducta.
El análisis de recursos procede del
nivel cognitivo. Aron se dice a sí mismo: “¡Piensa!” (3:57), y empieza un escrutinio
de todo lo que lleva encima. Con estos medios, traza una serie de planes (nivel
conductual) según su avanzada experiencia deportiva, pero ninguno concluye con
éxito. Es entonces cuando sobresale el nivel afectivo: la reflexión que hace de
todo el proceso que le ha conducido allí finaliza con único culpable, que es él
mismo al no haber avisado a nadie de dónde iba, lo cual evidencia una honda
madurez emocional. De igual modo, los rayos del amanecer le hacen evocar
recuerdos de su infancia (5:11), y contemplar al águila cada día puntualmente,
conmemorar su amor por la naturaleza. Las visiones del niño simbolizan su deseo
de ser padre, y por ende, de salir de allí.
Es,
en definitiva, el componente emocional el que promueve los cambios conductuales
necesarios para huir de allí: el precio es la amputación del brazo, pero a
cambio volverá a la vida plena y feliz que desea. El sentimiento de
satisfacción hacia su propia vida era tan fuerte que no estaba dispuesto a
perderla quedando preso en la grieta, y es este sentimiento el desencadenante
de la actitud necesaria para desarrollar la conducta de escape (Nunally, 1978).
Asimismo, las altas expectativas sobre su futuro, su alta estima y la firmeza
de sus valores le empujan a desarrollar una conducta congruente con esto, lo
que se vincula directamente con la teoría de la acción razonada de Fishbein y
Ajzen (1975): es consecuente con sus creencias y actúa conforme a ellas.
Filmada
con un excelente ritmo y alejándose del morbo fácil, “127 horas” es una de las
películas de autor más estimables de los últimos años y una inmejorable
ilustración de la actitud, su estructura y su trascendencia con respecto a la
elaboración de conductas. John C. Maxwell (2009) puntualiza que el sentimiento
interior que se expresa en una conducta es la actitud, con lo que el mensaje de
“127 horas” no puede ser más rotundo: la actitud es determinante sobre la
conducta, y en consecuencia para la consecución de un fin, y cuanto más
positiva sea, dispondremos de más posibilidades de éxito.
DISCUSIÓN
La "Cinemoeducation" es un término
acuñado por Alexander Hall y Pettice (1994) para referirse al uso de películas
en el ámbito de la educación. Las películas proporcionar una modalidad única
para educar a nuestros estudiantes. Una gran variedad de poblaciones de
estudiantes se han beneficiado de la utilización de películas para facilitar el
aprendizaje a estudiantes de Psicología (Fleming, Piedmont, y Hiam, 1990; Nelson, 2002; Wedding,
Boyd, & Niemiec, 2005),
estudiantes de enfermería (Raingruber, 2003), y estudiantes de educación (Tomás
y Rak, 2000), y medicina (Alexander, 1995; Alexander y Waxman, 2000; Karlinsky,
2003). Películas sobre salud mental también se han utilizado para formar a
otros profesionales como el clero, oficiales de policía, los estudiantes de
farmacia, y terapia ocupacional. Cualquier grupo de estudiantes puede
beneficiarse de la utilización de películas para mejorar el aprendizaje.
beneficiarse de la utilización de películas para mejorar el aprendizaje.
En un estudio
de Raingruber (2003) examinaron 11 estudiantes de enfermería de postgrado, que
revelaron que las películas son eficaces en la promoción de la reflexión,
producen o despiertan emociones y empatía, y son una buena forma de presentar
dilemas éticos. Por su parte Wilt, Evans, Munich, y Guegold (1995) llevó a cabo
un estudio que encontró que la combinación de películas con una discusión
dirigida por un instructor aumentaba significativamente la empatía de los
estudiantes de enfermería en comparación con los controles, sin embargo, los
resultados de la empatía se había reducido a la línea base al final del
semestre.
Consideramos
que este trabajo es una forma de acerca los temas de la Psicología Social a los
alumnos de una forma ágil, dinámica y que incita a la reflexión y a la
profundización.
El articulo completo lo pueden consultar en Díaz Cambló, S. y
Hernández Mendo, A. (2012). Actitudes y cine: dependencia
estructural. Lecturas: EF y Deportes. Revista Digital,
17(171), agosto. http://www.efdeportes.com/efd171/actitudes-y-cine-dependencia-estructural.htm .[Consulta: 13 de agosto de 2012].
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