LA INFLUENCIA SOCIAL EN EL CINE
Recientemente en la revista digital efdeportes (www.efdeportes.com), Sergio
Díaz Cambló y yo hemos publicado un artículo que lleva por título "La influencia social en el cine". Este artículo es una parte de las prácticas en relación al cine preparadas para la asignatura de Psicología Social que he impartido en el curso 2011-2012 en el Grado de Psicología. Los procesos de influencia social
son intrínsecos a la vida de las personas, ya sea de forma consciente o
automática.
CONCEPTO DE
INFLUENCIA SOCIAL
Baron
y Byrne definieron la influencia social como “un hecho fundamental en la vida
social” (1998, p. 374), pues es, en primera instancia, la responsable de la
formulación de los prejuicios o las decisiones colectivas; en palabras de Doise
(1982), dicha influencia social es un conjunto de procesos que rigen “las modificaciones
de comportamientos, percepciones y juicios de un individuo, provocadas por los
comportamientos, percepciones y juicios de otro individuo” (Canto, 1994).
La
influencia social es el intento de homogeneizar a un grupo. Sus mecanismos de
interacción buscan la integración de sus componentes con el propósito de
unificar esfuerzos, compartir recursos y eludir la divergencia de intereses.
Tanto Asch (1952) como Sherif (1936) en sus experimentos, demostraron que la
opinión no concomitante con la del resto, pasaba a engrosar la unánime,
obteniéndose un grupo cohesionado.
Barriga
(1982) se hizo eco de la naturaleza diversa de estos procesos y amplió las
manifestaciones de la influencia social que recogieron Faucheux y Moscovici
(1967), resultando entonces las siguientes modalidades:
-
Normalización: Sherif (1936) lo considera como el proceso que se origina cuando hay
ambigüedad en el estímulo, surgiendo una norma común que disipa la
incertidumbre colectiva y fija un marco de referencia. Para autores como Moscovici y Ricateau (1972) es, sin
embargo, la implantación de un criterio que evita un conflicto intragrupal
cuando hay divergencia de intereses.
-
Conformidad: Asch (1952) fue pionero en el estudio de
este mecanismo, concluyendo que el sujeto que está en minoría dentro de un
grupo, modifica su juicio a favor de la mayoría. Este giro
es resultado no sólo de la presión simbólica de la agrupación que ostenta el
poder, sino de factores como el tamaño y grado de cohesión del conjunto, como
señalan Baron y Byrne (1998). Puede revisar el experimento de Asch (1952) en:
El
proceso de conformidad también puede ser revisado en “El experimento del ascensor” (en su versión original)
o
en su versión contemporánea:
-
Innovación: es el proceso de la minoría que busca el
cambio en el grupo, más allá de alcanzar el control sobre el mismo, siempre y
cuando exista consistencia en los argumentos y flexibilidad en los
planteamientos (Baron y Byrne, 1998).
-
Obediencia: consiste en acatar unas órdenes provenientes del grupo que ostenta el
poder, sin que sean sopesadas o cuestionadas. El polémico trabajo de Milgram en
1963 publicado en su libro “La obediencia
a la autoridad. Un
punto de vista experimental” (Milgram, 1973), ha sido replicado a escala
universal en innumerables ocasiones, obteniendo siempre los mismos resultados
contundentes: una orden es acatada porque no se asume responsabilidad (Ross,
1977), sino que ésta reposa en la autoridad. Milgram considera dos estados (1) Estado de autonomía (la persona se considera a sí misma actuando
por propia iniciativa), y (2) Estado
agéntico (condición en que se encuentra una persona cuando se considera a
sí misma como un agente que ejecuta los deseos de otra persona). Este último
estado agéntico es la piedra angular del análisis de Milgram. En una situación agéntica,
el individuo no se considera a sí mismo responsable de sus propias acciones,
sino instrumento de ejecución de los deseos de otra persona de estado superior
(autoridad). Una versión reducida del experimento original
puede revisarse en:
Sobre
versiones contempòráneas del experimento se sugiera revisar el documental “El
juego de la muerte”:
“Este documental sigue a 80 personas voluntarias para participar en un
nuevo concurso de televisión y que, sin saberlo, están participando en una
replica del experimento realizado por Stanley Milgram en Yale en los años
sesenta para estudiar la obediencia a la autoridad en la población. Milgram
pretendía encontrar una explicación al sometimiento de la sociedad civil
alemana bajo el mandato de Adolf Hitler. En este concurso, una presentadora
ordena a los concursantes que realicen descargas eléctricas a sus compañeros de
juego cada vez que éstos fallen las preguntas de un cuestionario. El concurso
comienza y, mientras tanto, un grupo de psicólogos analiza los inquietantes
resultados. Aunque el concurso es una farsa y las descargas eléctricas no son
reales, ni el público en el plató ni los participantes lo saben. Parte del
juego les obliga a convertirse en torturadores, realizando descargas eléctricas
hasta niveles casi letales. El concurso avanza, la presión del público y de la
presentadora es fuerte .¿Realizarán descargas eléctricas los concursantes?,
¿hasta qué extremo serán capaces de llegar? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer
si una figura de autoridad nos lo ordenara?”
-
Persuasión: es la pretensión consciente de un cambio duradero en la actitud que
subyace a una conducta. Reardon (1983) resalta la necesidad de una interacción
simbólica para que tenga lugar este mecanismo.
Todos pertenecemos a un grupo social, y
por tanto, estamos expuestos a estos procesos de influencia. El cine, dada su
naturaleza difusora y su función como instrumento de internalización de
mensajes (atendiendo a la teoría sociocognitiva), ha dado muestras sobradas de
los efectos a gran escala de la citada influencia, con ejemplos como los
polémicos trabajos de Riefenstahl (“El triunfo de la voluntad”). No obstante,
no es intención de este artículo revisitar históricas exhibiciones del
inapropiado uso del celuloide como medio de difusión masivo, sino recoger una
pequeña muestra de ejemplos proyectados en la gran pantalla que ilustran las
modalidades definidas de los procesos de influencia social.
“EL EXPERIMENTO” Y LA FALTA DE RESPONSABILIDAD
De
obligada proyección para cualquier facultad de Psicología, “El experimento”
(“Das experiment”) es una película dirigida por Oliver Hirschbiegel en 2001. El
guión, firmado por Mario Giordano, es una adaptación de su propio libro “La
caja negra”, publicado dos años atrás, y que está directamente basado en los
experimentos que realizó Philip G. Zimbardo en
la Universidad de Stanford en 1971, cuyos resultados volvió a abordar en
1992. Este experimento puede ser revisado en:
El proyecto de la prisión de Stanford
buscaba estudiar las consecuencias de la entrega de poder a un conjunto de
personas, y es, por tanto, la premisa de “La caja negra” y de “El experimento”:
dos grupos de individuos constituidos al azar y que no se conocen entre sí,
simularán durante una quincena la convivencia en una cárcel. Por tanto, el
grupo de reos recibirá (y acatará) órdenes, y el de guardias, las emitirá. La
investigación se centrará en analizar el ejercicio de la potestad y la
modificación conductual que tiene lugar en quien la desempeña.
La figura determinante, en un evidente
paralelismo con los trabajos de Milgram, es el científico al cargo del
proyecto. Es la máxima autoridad en él, y deja claro que sólo funcionará si los
vigilantes saben hacerse respetar. En el minuto 11:59 del segmento, vemos cómo
reprochan a un guardia su incapacidad a la hora de imponerse en el desayuno,
alegando que, si ellos fallan, acaba la experimentación. Somos testigos, pues,
de la delegación de la responsabilidad: hay una meta final y ellos sólo son las
herramientas, lo que les exonera de cualquier culpa. Esto desemboca rápidamente
en una espiral creciente de abusos que nada tiene ya que ver con el ejercicio
responsable de la autoridad (minuto 9:00 del siguiente video), sino con la
deformación de la cognición, como reflejan los trabajos de Miller, Galanter y
Pribram (1960), y es que los individuos tienden a justificar sus actos en base
a hechos personales y no situacionales.
Los
procesos de influencia social expuestos en la película están perfectamente
representados y delimitados. La innovación queda personificada en el preso 77 y
en el piloto militar, pues son quienes, desde la carencia de poder, aspiran a
modificar los comportamientos opresivos de los carceleros, mientras que en este
último grupo, la minoría se refleja en quienes no se extralimitan de sus
funciones. Estas situaciones ilustran la argumentación de Hernández Mendo
(1998) respecto a la innovación, a la que considera capaz de desarrollarse
desde una posición privada de poder, y transformando a este mecanismo en un
proceso bidireccional y asimétrico en el que mayoría y minoría se influyen
mutuamente.
Por otro lado, la caja negra que da
nombre a la novela es una medida de presión simbólica que emplean los guardias
para incrementar la sensación de dominio sobre el resto; es un instrumento al
servicio del proceso de la conformidad (comienzo del tercer fragmento), ya que
el grupo de vigilantes busca consolidar su posición de privilegio (Baron y
Byrne, 1998), pese a estar, paradójicamente, inmersos en un mecanismo de
obediencia (con respecto al científico que supervisa la investigación).
Existen
otros elementos reseñables en el largometraje; el empleo de la música emitida
en el motín, por ejemplo, busca propiciar la disonancia cognitiva, facilitadora
de la manipulación (Festinger, 1957), en un intento de apaciguar los tumultos.
La doctora, que simboliza la ética en el experimento, también trata de ejercer
la influencia desde su posición minoritaria, buscando frenar el descontrol que
acontece en la prisión; sin embargo, más allá de evidentes connotaciones
machistas, no es secundada al no ser la máxima autoridad al frente del estudio,
el cual podría haberse suspendido con un sencillo mecanismo de obediencia por
parte del científico jefe.
La película
narra con ritmo la experimentación de Zimbardo. Pese a escatimar muchísimos
detalles ocurridos en la auténtica prisión y a mostrar los acontecimientos a
una velocidad vertiginosa, por el lógico límite temporal de un largometraje, es
imprescindible su visionado al ser un fiel relato de lo sucedido en Stanford y
una exposición realista de uno de los trabajos más impactantes, polémicos y
conocidos de la historia de la Psicología, más allá de aspectos negativos como
sobrepasar las barreras morales y del propio método científico (dada la
excesiva implicación admitida por el mismo investigador), sino por la fuerza de
su mensaje.
“13 DÍAS” Y EL
PENSAMIENTO DE GRUPO
Uno de
los fenómenos más interesantes que surge como consecuencia de los procesos de
influencia, es el pensamiento de grupo. El sociólogo Irving Janis popularizó
este término a raíz de publicar su trabajo “Las víctimas del pensamiento de
grupo” (1972), un ensayo sobre la convergencia de factores que favorecen la
toma de decisiones fatídicas en el mundo político. Dicho término se refiere a
como, en un grupo social, dado un proceso de conformidad, los individuos
modifican sus juicios hacia lo que creen que
opina la mayoría, obteniéndose un convenio que, a título particular, consideran
erróneo.
Janis señalaba en su obra que la aparición del
pensamiento grupal estaba mediado por la intervención de ocho factores, que ve
presentes en lo que denomina “fiascos históricos”, a saber: (1) Ilusión de invulnerabilidad (la falta de reconocimiento de los signos de
peligro por parte de los mandos militares estadounidenses en el bombardeo de
Pearl Harbor). (2) Estereotipos compartidos (la decisión de Harry Truman
de atravesar el paralelo 38, los estereotipos compartidos fueron los de la
China roja). (3) Racionalización (los grupos descartan los desafíos al justificar colectivamente sus
decisiones). (4) Ilusión de moralidad (en la invasión de Bahía
Cochinos había varios miembros -Arthur Schlesinger y William Fulbright- tenían
reservas morales en invadir pequeño país vecino). (5) Autocensura
(Los miembros del grupo evitan disentir ya que a menudo molestan con sus críticas
y además el grupo parece tener consenso o simplemente evitan pensar en las
dudas que les asaltan). (6) Ilusión
de unanimidad (la autocensura y la presión para no romper el consenso crean
una ilusión de unanimidad, además, el
consenso aparente confirma la decisión del grupo). (7) Presión directa (los miembros
del grupo rechazan a aquellos que plantean dudas acerca de las suposiciones y
planes del grupo, a veces no con argumentos sino con sarcasmos; para evitar la
desaprobación, la mayoría de las personas se alinean cuando se enfrentan al
ridiculo). (8) Guardamentes (o Guardianes mentales, algunos
miembros protegen al grupo de la información que pondría en tela de juicio la
efectividad o moralidad de sus decisiones), un ejemplo de esta característica
se aborda en el trabajo de Esser y Lindoerfer (1989) sobre el desastre del
lanzamiento del transbordador espacial Challenger. Los ingenieros de
Morton Thiokol, que hicieron los cohetes propulsores del transbordador, y de Rockwell
International, que fabricaron el orbitador, se opusieron al lanzamiento debido
a los peligros que significaban para el equipo las temperaturas subcongelantes.
Los ingenieros de Thikol temían que el frío hiciera que las juntas de hule que
había entre los cuatro segmentos del cohete fueran demasiado quebradizas para
contener los gases supercalientes. Gracias a los guardamentes, el
ejecutivo de la NASA que tomo la decisión final del lanzamiento nunca se entero
de las preocupaciones de los ingenieros
Una representación cinematográfica del
pensamiento de grupo y como evitarlo aparece en la película “13 días” (2000),
dirigida por Roger Donaldson. El conflicto de los misiles de Cuba origina una
reunión de máxima emergencia de la administración Kennedy: el presidente debe
decidir qué hacer con respecto al hallazgo de misiles soviéticos en dicha isla,
y además en poco tiempo, pues existe el riesgo de un ataque inminente, según
las fuentes consultadas. El grupo de trabajo de J. F. Kennedy, un año y medio
después del fracaso de la invasión de Bahía Cochinos, en 1962 durante la Crisis
Cubana de proyectiles, llevó a cabo varias acciones a fin de evitar el
pensamiento grupal que le había llevado a tomar aquella fatídica decisión. Estas
acciones fueron: (1) invitó a expertos ajenos al grupo que sabía disentían del
grupo, (2) a cada miembro del grupo le asignó el papel de evaluador crítico, (3)
evitó ser el líder director ausentándose deliberadamente de las reuniones, (4)
insistió en que el grupo explorara todas las posibilidades, (5) se abstuvo de
indicar cual pensaba él que era la mejor opción.
El primer segmento es el inicio de la
película; podemos observar algunos de los desencadenantes comentados, como por
ejemplo la homogeneidad de ideologías y la alta cohesión del grupo: la
administración Kennedy representa el capitalismo frente al comunismo soviético,
lo que genera además un fuerte sentimiento de identificación de unos con otros.
De igual modo, hay un enorme estrés por el peligro de un ataque que suponga la
muerte de millones de americanos y la destrucción de parte de la
infraestructura con la que devolver el golpe, lo que provoca un estado de
alerta y miedo que precipita desmesuradamente la toma de decisiones. Por
último, las conjeturas y los datos que no se han contrastado se exponen
paralelamente con los que sí que lo están, incrementando la predisposición del
colectivo a pronunciar un juicio ya sesgado.
El segundo fragmento reproduce algunos
de los indicativos que demuestran que se produce pensamiento de grupo, los
cuales quedaron identificados por Janis (1982) como la racionalización común,
la confianza inquebrantable en la valía del grupo, la construcción de
estereotipos que definan al exogrupo y una visión utópica de unanimidad
endogrupal. El primer ejemplo podemos encontrarlo en el militar que manifiesta
que los soviéticos sólo entienden el lenguaje de la fuerza (estereotipo
adjudicado y compartido): se basa en su propia experiencia, por lo que no ha
contrastado con otras, y además, apoya su intervención en la que ya han
realizado previamente. De igual modo, cuando Kennedy enumera las posibles
medidas, todas tienen una naturaleza bélica, sin incluir ninguna vía
diplomática, la cual subrayan que ha quedado “excluida categóricamente”: es
otro patrón del pensamiento de grupo la presión extrema hacia el miembro discordante
(2:22 en el video, 5:50 y 8:00 después), al que buscan modificar su postura
(10:32) reafirmándose en la manifestada.
Los procedimientos para evitar el
pensamiento de grupo son, por tanto, realizar justo lo contrario a lo que los
antecedentes han llevado. Es decir, Janis (1972, 1982) propone un análisis
exhaustivo de las consecuencias de la decisión unánime, la búsqueda rigurosa de
alternativas y reevaluación de las descartadas, y el contraste de opiniones con
fuentes externas. Es el rol que representa el asistente del presidente Kenny
O’Donnell (Kevin Costner), quien recuerda el incidente de Bahía Cochinos como
un grave fracaso que no se puede repetir (3:54 del video), en un intento de
buscar la salida más racional posible al conflicto.
El tercer retazo de la película muestra
nuevamente el mecanismo de innovación que efectúa el asistente; procura
introducir un cambio en la postura del hermano del presidente y de hacerle
recapitular, mostrándose como una disyuntiva al resto de opciones, intoxicadas
por el miedo, la presión y los prejuicios.
La película relata el procedimiento que
desemboca en la resolución diplomática, y enseña con gran acierto hasta qué
punto puede ser nocivo el pensamiento de grupo, así como la magnitud de las
influencias sociales. Si la presión ejercida sobre el presidente hubiese
fructificado y se hubiese materializado el consenso de ese gabinete en un
ataque, bien podría haber comenzado la tercera guerra mundial. Una vez más, el
pensamiento crítico y la formulación de alternativas contrastadas se perfilan
como las principales herramientas que tenemos frente al devenir de las
influencias sociales (Halone, 1986; Chaffee, 1988; Webster-Stratton, 1999).
“EL LECTOR” Y LAS
CONSECUENCIAS DE LA OBEDIENCIA
La
normalización puede ser definida como la instauración de unos criterios que
eviten disidencias intragrupales (Moscovici y Ricateau, 1972), y ese es el
contexto donde arranca una de las películas más controvertidas de los últimos
años: “El lector” (2008), de S. Daldry.
La
película, basada en la novela de mismo título y escrita por el juez Bernhard
Schlink en 1995, tiene como protagonista a Hanna (Kate Winslet), una mujer
analfabeta de la Alemania nazi que establece una relación fundamentalmente
sexual con un adolescente de 15 años. Sus encuentros acaban fijando como rutina
la lectura de libros antes del sexo, y un baño purificador después, pues Hanna
estiba con su condición de analfabeta y de pedófila. Después, ella acepta otro
trabajo y desaparecerá sin rastro de la vida del joven. El destino volverá a
cruzarlos cuando él acuda como estudiante de Derecho a un juicio de crímenes
del holocausto, donde Hanna asiste en calidad de acusada.
El
contexto de la normalización es el proceso de influencia en el que se encuentra
la protagonista durante gran parte de la narración. Su estado de analfabeta le hace
comulgar con el régimen nazi y aceptar el puesto de vigilante de un campo de
concentración, pues su falta de criterio la lleva a aceptar las normas
imperantes. Sin embargo, queda patente que su moral está definida, al sentirse
culpable por haber seducido (y posteriormente abusado verbal y físicamente) a
un menor. En la fracción seleccionada, se observa la reacción de ella al ser
besada en público, y es de sentirse en evidencia ante la obvia infracción ética
que está realizando. Previamente, en la misma secuencia, ha esquivado la
lectura del menú, siendo consecuente con el proceso de conformidad en el que se
encuentra, pues enmascara su secreto para no ser apartada de la sociedad (Baron
y Byrne, 1998).
Este hecho es trascendental para
comprender la diferente valoración que se construye entre las atribuciones
personales y circunstanciales, lo que plasma la aportación de Morris (1969) y
nos retrotrae a lo ya analizado en “El experimento”: Hanna opta por no revelar
su analfabetismo en el proceso judicial, y sí asumir la responsabilidad de ser
la mano ejecutora de multitud de reos judíos. Lo primero lo considera
vergonzoso y causa de marginación social, pero lo segundo no, pues simplemente,
bajo su prisma, eran órdenes. Queda de manifiesto, el factor agéntico planteado
en el trabajo de Milgram (1973) respecto a la obediencia. Cabe mencionar el
proceso de normalización que tiene lugar en el grupo social de las inculpadas,
que dictaminan por unanimidad responsabilizar a Hanna, así como la conformidad
que se vislumbra en el veredicto, que decide no atentar contra la petición
popular de condenar a la protagonista.
La muerte de Hanna al final del film, y
cómo tiene lugar, abre la puerta al debate nuevamente de hasta qué punto
podemos abstraernos de los procesos de influencia social y cómo saber cuándo
estamos siendo partícipes de una manipulación, o de una modificación de nuestra
conducta en beneficio de una mayoría.
El pensamiento crítico se postula, por
méritos propios, como el instrumento más adecuado para hacer frente, y
demuestra su creciente valía en tiempos tan difíciles como los vigentes, donde
una sociedad de masas nos empuja constantemente a estar conformes con la
endogamia de la colectividad. Así pues, es de justicia recordar que el
pensamiento crítico es capaz de activar no sólo cambios vitales, sino también
sociales, y en ese sentido, el cine cumple una labor de cooperación de valor
incalculable.
A
MODO DE CONCLUSIÓN
En este trabajo aparecen únicamente tres películas donde se
analizan los distintos procesos de influencia social. Se hace evidente que
podrían ser muchas más (p.e. “La ola” de Dennis Gansel, ”Valkiria” de Bryan Singer o “Eichmann” de Robert Young). No
obstante, intentar analizar la influencia social en el cine, supone un
ejercicio de meta-análisis por cuanto que el cine en si mismo es un importante
proceso de influencia social. Lo que se hace evidente es que el cine supone una
herramienta de gran eficacia en la enseñanza de la Psicología, en este caso de
la Psicología Social y los `procesos de influencia social. Esta utilización del
cine como herramienta pedagógica ha demostrado su eficacia en otras áreas como
la medicina (véase la revista “Medicina y cine” http://revistamedicinacine.usal.es/ editada en la Universidad de Salamanca). No
obstante se hace necesario la utilización de un protocolo (ya bastante
extendido) para la utilizar esta herramienta, más allá del consabido “Hoy vamos
a ver una película…”.
Para más información consultar el artículo completo en la dirección http://www.efdeportes.com/efd171/la-influencia-social-en-el-cine.htm
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