Política y fútbol en España: ¿valores?
Mi amigo Ángel Andrés Jiménez Bonillo ha enviado un e-mail de reflexión sobre los valores en la poítica y en el fútbol que reproduzco.
Aparecen los casos de corrupción de nuestros altos
cargos y va desapareciendo nuestra confianza en la política...y en la justicia.
Da la impresión de que las condenas son inversamente proporcionales a la
dimensión de la apropiación y/o la gestión indebidas. Es mucho más fácil que
ingrese en prisión una pobre criatura que roba para comer a que lo haga alguien
que roba millones aprovechándose de su posición. El inmenso honor de servir a
los demás se convierte en un lamentable autoservicio. Podría catalogarse la
situación como una terrible inversión de valores.
Mientras tanto, en el fútbol español, esa misma
inversión también se palpa. Como algunos (¿o muchos?) de nuestros
representantes políticos, cantidad de profesionales de nuestro fútbol
demuestran con sus conductas (y su falta de arrepentimiento) que lo primero son
ellos mismos, no la dignidad y la justicia. Por tanto, si para ganar tienen que
fingir (tirándose en el área o marcando un gol con la mano, por ejemplo) o
utilizar cualquier artimaña inmoral, no hay problema, pues lo importante es el
fin, no los medios. No importa, por tanto, si los jóvenes reciben o no un buen
ejemplo, o si las acciones son o no edificantes en sí mismas
(independientemente de los resultados, caramba, que ganar no lo es todo). Y
tampoco es que haya una reprimenda como Dios manda por parte de los medios de
comunicación (por ejemplo, ofrecerle al jugador que finge varias repeticiones
de su acción y preguntarle si le parece moral lo que ha hecho). Uno siempre
espera que el periodismo ayude a crear un mundo mejor.
Dadas estas condiciones morales, el futuro es oscuro,
la verdad. El honor de simplemente realizar lo que es ético no parece
motivación suficiente, ni para algunos de nuestros dirigentes ni para los
profesionales del fútbol (los del terreno de juego y los de los despachos -federaciones,
directivas de clubes, etc.-, que tampoco parecen muy afectados ni dispuestos al
crecimiento en valores, que es el único que realmente cuenta).
Los que amamos el fútbol creemos que este, como el
deporte en general, puede ayudar a cambiar el mundo, o, al menos, a darle un
poco de luz. Y los ciudadanos de a pie, los contribuyentes que sufrimos la
crisis, aspiramos a estar orgullosos de nuestra clase política. Ojalá tengamos
pronto, en uno y en otro campo (el del balompié y el de la administración de
los bienes públicos), motivos para sentirnos orgullosos.
Lamentablemente, es así en todo el mundo. Trabajo como psicólogo deportivo y es algo que todos los días pienso y cada vez me aleja más del fútbol. Qué pena que ganar sea más importante que jugar, y que eso cobre tantos buenos valores de jugadores que algún día respetaron las reglas.
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