Nelson Mandela e “Invictus”: la persuasión beneficiosa

En agosto de 2012 Sergio Cambló y yo, escribimos un artículo para efdeportes (www.efdeportes.com) titulado Persuasión y cine (http://www.efdeportes.com/efd171/persuasion-y-cine.htm). En este artículo había una parte dedicada a la película Invictus. Que hoy, para nuestra desgracia, ha cobrado un enorme significado debido al fallecimiento de su protagonista principal, Madiba. Vamos a reproducir ese apartado como un pequeño homenaje al verdadero defensor de las libertades.



“Invictus” y la persuasión beneficiosa
    Clint Eastwood dirigió la adaptación al cine del libro “El factor humano”, que relataba, tras el ascenso a la presidencia de Sudáfrica de Nelson Mandela, cómo éste trabajó en reunir una nación dividida por el racismo, utilizando el Mundial de rugby de 1995 a favor de dicho objetivo.
    Nelson Mandela (Mvezo, Sudáfrica, 1918) pasará a la Historia por ser el primer presidente elegido democráticamente en su país, en 1994. Condenado a cadena perpetua en 1962 por discrepancias políticas contra el régimen dictatorial, fue liberado en 1990 y desde entonces, se volcó con todos los medios a su alcance en trabajar por y para su república. Condecorado a nivel internacional en multitud de ocasiones (fue el Premio Nobel de la Paz de 1993), era cuestión de tiempo que Hollywood abordara su gesta, y así lo hizo en 2009 con Morgan Freeman en la piel del abogado.
    La película centra la mayoría de sus 134 minutos en la relación entre Mandela y el equipo nacional de rugby: el presidente quiere utilizar a los jugadores como estandarte del cambio que arranca con él, que es la búsqueda del establecimiento de una nación libre de rencores, junta en el esfuerzo por salir adelante. El título de la película es una referencia al poema de William E. Henley publicado en 1888 y de igual nombre, que recoge los sentimientos de Mandela acerca de su propia lucha. Nunca se ha traicionado a sí mismo, no ha tirado la toalla y su paso por la cárcel no le cambia un ápice: sigue siendo él mismo, permaneciendo imbatible, invicto.
 
Tabla 2. Poema Invictus
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

William Ernest Henley
Fuera de la noche que me cubre,
Negra como el abismo de polo a polo,
Agradezco a cualquier dios que pudiera existir
Por mi alma inconquistable.

En las feroces garras de las circunstancias
Ni me he lamentado ni he dado gritos.
Bajo los golpes del azar
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.

Más allá de este lugar de ira y lágrimas
Es inminente el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuán estrecha sea la puerta,
Cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley
    Desde el punto de vista de las influencias sociales, Mandela ejerce claramente la innovación, pues es la minoría activa que busca el cambio (Baron y Byrne, 1998), más allá del control grupal y desde la carencia de poder (Hernández Mendo, 1998), como puede observarse en el abucheo del primer partido del Mundial o en los comentarios malintencionados cuando tuvo lugar su liberación.

      También muestra flexibilidad en sus formas pero contundencia y solidez en sus argumentaciones, que impiden a la mayoría desmontar sus razones. Esto es relevante para la proyección de su propuesta pacificadora: los mensajes bilaterales son más efectivos (Jackson y Allen, 1987; Allen y cols., 1990) a la hora de introducir cambios en los receptores, y de forma paralela, incrementa la percepción de credibilidad (Hovland y Weiss, 1951), lo que contribuye a que el proceso de persuasión culmine exitosamente.


    Hay que añadir que la innovación en un grupo puede favorecerse si existe un líder transformacional que sirva como propulsor del conjunto y que impulse las dinámicas de grupo. Esta clase de liderazgo, en palabras de Muchinsky (2001), es un procedimiento capaz de inducir cambios significativos en una comunidad, y surge cuando un dirigente combina los recursos disponibles con el propósito de reconvertir a sus subordinados en agentes de cambio y nuevos líderes. La técnica de esta influencia es la entrega del poder (“empower”), y para Bass (1998), la transformación sólo es posible cuando el dirigente transmita confianza y motivación para lograr metas superiores, que son cualidades que reúne el presidente.
    El proceso de persuasión que Mandela personifica tiene un primer avance en J. F. Pienaar (Matt Damon), el capitán del equipo de rugby. Lejos de confiar en sus propias posibilidades, el jugador poco a poco va creyendo en las opciones de éxito, porque hace suya la causa de Mandela. Los trabajos de Katz (1960) aportan que el motivo de que se haya consolidado el mecanismo en Pienaar es que comparte la visión de una Sudáfrica mejor, ya que, según estas teorías funcionales, los argumentos del mensaje del emisor que se corresponden con las creencias del receptor, facilitan el cambio de la conducta subyacente.
    Además, otras investigaciones añaden que es primordial que se implique emocionalmente al receptor para que madure la persuasión (Petty, Cacioppo y Goldman, 1981), pues los argumentos sólidos influyen más en quienes están altamente implicados; Mandela realiza esta labor en primera instancia con el capitán, para que actúe como la minoría activa en el endogrupo del equipo, para terminar involucrando emocionalmente a todo el vestuario (“el país entero está con ustedes”).

    Cabe mencionar la interesante relación que guarda la película con experimentos de la Psicología como el de las líneas de Tajfel y Wilkes (1963): cuando se introduce una nueva categoría comparativa, las desigualdades que separaban dos grupos se atenúan. De este modo, las diferencias entre blancos y negros se disipan cuando se trata de comparar qué equipo de rugby es el mejor, el sudafricano o cualquiera de los que compiten. La afición hace piña y las categorías previamente establecidas (blancos y negros) se difuminan. Esta paulatina desindividualización no hace sino allanar el terreno para la política de Mandela, que los sitúa rumbo a una nueva pauta unánime, y así, a la normalización deseada (Baron y Byrne, 1998).
    También podemos enlazar “Invictus” de forma patente con los estudios sobre la autocategorización (Turner, 1987) y con la teoría del contacto de Allport (1954): el sujeto se identifica con un grupo en base a afinidades (en este caso, el deporte para unos, las necesidades políticas para otros) y no a través de diferencias, mediante un proceso de abstracción que abarca tres niveles (personal, grupal y como miembro de la humanidad). En el instante en que dos grupos llenos de estereotipos y prejuicios entran en contacto (con la forma adecuada), los prejuicios se atenúan y dan paso a procedimientos de búsqueda de similitudes entre los participantes. Cuando el contacto se mantiene en el tiempo, las afinidades se concentran y aparecen procesos de identificación entre los miembros de los grupos, que terminan originando una comunidad en la que se reconocen, lo que nos retrotrae a los estudios de Katz (1960) y la eficacia de la persuasión basada en los mensajes afines a las creencias (Sears y Kosterman, 1991).
    Resumiendo a los diferentes autores que ya se han citado, el éxito en el proceso de persuasión de Mandela reposa en la creación de un nuevo grupo social, a raíz de la introducción de una categoría que merma las diferencias preestablecidas. Este acercamiento de posturas facilita el grado de identificación de unos con otros, lo que los hará más receptivos a su mensaje pacifista, respaldado por la ayuda que prestan unas sólidas bases de sinceridad y posteriormente, de lazos emocionales que ocasionan la implicación del grupo y la internalización del contenido.

    “Invictus” es un todo un alegato a la ética, los principios y la paz. Sus indudables valores cívicos coexisten con una oportunidad extraordinaria de comprobar el poder de la persuasión desde el uso apropiado y la responsabilidad, y cómo es posible modificar la actitud y la conducta a través de un propósito transmitido por un honorable mensajero.


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